martes, 25 de diciembre de 2012

Un segundo que dura años.

Es increíble como la mente puede guardar tal cantidad momentos durante tanto tiempo. Es increíble la capacidad de no olvidar desde lo más sencillo hasta lo más complejo. Cómo una palabra, una mirada, abrazos, un beso o incluso una caricia puede quedarse marcado, una marca de fuego, escrito en tinta en lo más adentro de nuestro ser. Puede tratarse de segundos que quedan permanentes, pertenecientes en nuestra memoria, que no se borran, que se quedan ahí, acompañándonos durante el resto de nuestras vidas. Se desgasta con el tiempo, las imágenes son borrosas como si hubiera niebla ante nosotros o los sonidos se confunden con nuestros pensamientos. Lo único que no cambia es cómo nos sentíamos durante ese segundo, mientras el reloj seguía su mecánico movimiento, el corazón seguía escribiendo el recuerdo que se quedaría inscrito en él. Cuando cerramos los ojos lo leemos, miramos en nuestro interior, despacio, con detenimiento, sintiendo cada latido, recordando esos meses, días, minutos, segundos, que durarán años.