domingo, 21 de octubre de 2012

Típico día.

Si nunca te has encerrado en tu habitación para que nadie te viese llorar, poner tu cara contra la almohada para que no te oigan, gritar que todo acabe de una vez. Si nunca te has preguntado que por qué sigues de pie, por qué sigues luchando si lo único que hay son motivos para llorar. Si nunca le has pedido a Dios que al día siguiente no despertaras, nunca comprenderás lo que se siente. Lo que es no valorarte, imposible de describirte porque solo se te ocurren defectos, cometer un error tras otro cuando solo intentas arreglar lo que alguna vez destrozaste, hacer un problema por todo, hacer montañas de granos de arena una y otra vez porque estás acostumbrada a ver tanto lo malo que no te crees lo bueno, verte en el espejo y solo odiar aquel reflejo. Y llega un día, en el que te sientes mejor y ligado a eso el día también lo será, te levantas y sonríes, con ganas de hacer lo que sea. Pero, de repente empiezas a ver hechos que te llevan a recordar la realidad, que de tanto engañar a los demás con una sonrisa te la vas creyendo y ya no sientes dolor, que la gente conoce nuevos mundos y te vas sintiendo más sola, que extrañas a personas que están a tu lado. Si nunca has deseado desaparecer y no haber sufrido nada, si nunca te has quedado con abrazos guardados en las manos e impotencia en tu interior, si nunca has utilizado máscaras para que los demás no se preocupen, si nunca te has aguantado las ganas de llorar para que las personas a tu alrededor no te vieran y si nunca has amado hasta que te duele el corazón, nunca lo entenderás.

jueves, 11 de octubre de 2012

Cada minuto son 60 segundos menos de vida.

Como soy imperfecta dependo de las virtudes de los demás. Mi sonrisa solo es el reflejo de recuerdos, positividad y fuerza. Y la misma historia se vuelve a repetir, parece que nunca acabará, cierro los ojos y viajo en el tiempo, cierro los ojos y grandes momentos me pasan por la cabeza, los revivo en primera persona, en primera fila, viendo una pequeña historia que no es eterna. La función acabó. Se encienden las luces y después de estar tan sumergida en ese espectáculo me doy cuenta de que me tengo que levantar, que tengo que caminar y agradecer de haber podido disfrutar de ese momento. Y me acuesto en la cama y lo recuerdo todo, cada detalle, cada palabra, y revivo otra vez ese momento. Una lágrima cae por mi rostro, significativa de la melancolía. El corazón me pesa, el alma sufre, la mente no descansa. La música es mi escapatoria, pensar es mi libertad y las letras son mi ser. Todo de mí. Todo mi interior. Y el tiempo pasa, cada minuto son 60 segundos menos de vida, y el reloj no para pero nada pasa, esperar no vale e intentar tampoco. Cuando la decisión no está en mis manos ya no todo es tan fácil y ahora solo me quiero ir de aquí, empezar de cero, correr sin mirar atrás, dejarlo todo y gritar, llorar, amar, reír, de nuevo. Pero me quedé y seguiré aquí, cogida de la mano de la soledad.