jueves, 11 de octubre de 2012

Cada minuto son 60 segundos menos de vida.

Como soy imperfecta dependo de las virtudes de los demás. Mi sonrisa solo es el reflejo de recuerdos, positividad y fuerza. Y la misma historia se vuelve a repetir, parece que nunca acabará, cierro los ojos y viajo en el tiempo, cierro los ojos y grandes momentos me pasan por la cabeza, los revivo en primera persona, en primera fila, viendo una pequeña historia que no es eterna. La función acabó. Se encienden las luces y después de estar tan sumergida en ese espectáculo me doy cuenta de que me tengo que levantar, que tengo que caminar y agradecer de haber podido disfrutar de ese momento. Y me acuesto en la cama y lo recuerdo todo, cada detalle, cada palabra, y revivo otra vez ese momento. Una lágrima cae por mi rostro, significativa de la melancolía. El corazón me pesa, el alma sufre, la mente no descansa. La música es mi escapatoria, pensar es mi libertad y las letras son mi ser. Todo de mí. Todo mi interior. Y el tiempo pasa, cada minuto son 60 segundos menos de vida, y el reloj no para pero nada pasa, esperar no vale e intentar tampoco. Cuando la decisión no está en mis manos ya no todo es tan fácil y ahora solo me quiero ir de aquí, empezar de cero, correr sin mirar atrás, dejarlo todo y gritar, llorar, amar, reír, de nuevo. Pero me quedé y seguiré aquí, cogida de la mano de la soledad.